La ciencia y los negocios: los errores son inevitables

Uno de los temas en que muchos concordamos durante este tiempo inusual que estamos viviendo es la importancia de la ciencia. Son pocas las personas que pueden decir que no están pendientes del anuncio de una vacuna o de mejores terapias contra la Covid-19, a pesar de que tengan pocos conocimientos o de que regularmente no valoren a la ciencia como el factor más importante de la evolución humana. Querramos o no, estamos pendientes de la ciencia como la única disciplina humana que nos sacará de esta crisis.

La ciencia, siendo una fuente de conocimiento, está basada fundamentalmente en el método científico, cuyo principal eje es la metodología del ensayo y error. Es decir, los científicos trabajan para probar hipótesis que enuncian en base a observación, inferencia u otros métodos, y lo hacen a través de la ejecución de experimentos que llevan ya sea a probar su hipótesis o a descartarla por estar equivocada. Este proceso cíclico se repite con nuevas hipótesis generadas de ciclos anteriores hasta que se logra validar con contundencia una hipótesis sólida, que se convierte en una teoría o un enunciado.

Uno de los elementos del método científico es el error. Sin error no hay ciencia, porque todo proceso experimental lleva ya sea a un error o, en su defecto, a una validación de la hipótesis. El error, que ocurre al menos la mitad de las veces que se efectúa un experimento, no es el fin del proceso, sino que -por el contrario- puede ser fuente de nuevas hipótesis que inician nuevos ciclos de experimentación.

Hemos visto durante los últimos meses a muchas personas criticando a científicos por haberse equivocado en temas relacionados a la pandemia. Dichas críticas ignoran el fundamento de la ciencia de que el conocimiento se adquiere por medio de ensayo y error, y de que estos errores son parte ineludible del proceso. La Covid-19 es una nueva enfermedad de la que los científicos aún saben poco, y del que solo se sabrá más aplicando el método científico, que necesariamente incluye errores.

El error tiene una connotación negativa en nuestra cultura. Desde el momento que pensamos en un error, lo que viene a nuestras mentes de forma espontánea es una idea negativa de fracaso. No pasa lo mismo en otras culturas, en las que los errores son vistos como fuentes de nuevo conocimiento. De hecho, al fallo en un proceso en inglés se le llama “fail” o falla, mientras que en español se le llama “fracaso”, palabra que tiene una pesada connotación negativa. Lo mismo ocurre desgraciadamente en las calificaciones escolares y en los emprendimientos empresariales. Nuestra cultura castiga los errores y estigmatiza los errores o fallas, incluso en la forma en que son nombrados: fracaso.

Los modelos de negocio de las empresas están pasando -ahora más que nunca- por transformaciones obligadas debido a la pandemia. Estas transformaciones pueden ser temporales o permanentes, siendo estas últimas las que decidirán en muchos casos la supervivencia a largo plazo de los negocios. Ninguna transformación empresarial, en especial las que son abruptas como las que están ocurriendo ahora, está exenta de errores.

Así como existe el método científico, también existen metodologías ampliamente probadas para modelar y ejecutar mejoras o nuevos negocios que permiten que los errores ocurran con el menor costo, en el menor tiempo y causando el menor daño reputacional posible. Son la evolución empresarial del método científico. No evitan los errores -que son necesarios en el proceso- sino que disminuyen su impacto. Y su mecánica es exactamente la misma: se postulan hipótesis de las necesidades del mercado y luego de las soluciones, y se prueban iterativamente con experimentos acotados, hasta llegar a una solución que encaje y que sea adoptada y consumida por el mercado. La principal referencia de estas metodologías fue creada en la década pasada por Eric Ries y se llama Lean Startup.

Estas metodologías adquieren mucha más importancia en la situación actual, dado que lo que está en juego hoy es mucho más que solamente las mejoras o los nuevos negocios, sino la supervivencia de las empresas, que muchas veces son el legado familiar y el sustento de muchas personas.

Es imperativo que los empresarios se saquen de la cabeza el paradigma cultural de que los errores o fracasos son en esencia malos. En realidad son parte ineludible del proceso de transformación o reinvención empresarial, pero con un adecuado uso de herramientas de modelación y ejecución se pueden minimizar tanto en costo, como en tiempo, y hasta en daños a la reputación de las empresas.

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